Después de nuestro alegato en
positivo + Nuestra reflexión de hoy parte de un testimonio reciente vivido desde
muy cerca. El relato es conmovedor y hasta imposible creer, pero es la base de
nuestro análisis.
Ese día viernes diecisiete de Enero de 2020, la hija
de una familia cristiana estaba en la UCI de la
cardiovascular en Bucaramanga, con solo seis días de nacida estaba
debatiéndose entre la vida y la muerte. El
padre viajó en el avión ambulancia, desde los llanos
orientales a Bucaramanga, la esposa por razones obvias del trabajo de parto no
puedo viajar. Mientras el padre estaba en la UCI, la esposa estaba en casa. En
el desespero propio de la situación acepto que un grupo de hermanas que
retratan coloridamente la escuela Elifaz, Bildad y Zofar (EBZ) de los “amigos” de Job oraran por ella.
Las hermanas con falda
larga, llegan a la casa a orar por la
situación pero el ojo escrutador de estas consoladoras inoportunas no podía
dejar pasar la oportunidad para saber la vida de la “presunta pecadora”, sus errores
y fracasos. Por lo tanto llaman la esposa de nuestro entrevistado aparte, quien
por razones obvias está vulnerable, en una crisis de nervios, angustia y desespero,
pero aun así estas “misericordiosas
hermanitas” no tienen reparo de comenzar a indagar y hacer que la joven madre
confiese pecados ocultos. Porque en la distorsionada, o mejor retorcida
teología de estas pálidas y vergonzantes consoladoras creen que todo fracaso o
tragedia en la vida, esta necesariamente ligada a una falla moral. Y la biblia nos muestra que el sufrimiento
responde también a otro tipo de misterios y glorias que trascienden el
entendimiento humano.
La joven esposa a pesar
de no tener mucho conocimiento en el tema, se reservó su confesión y al fin
después de una sesión de “contrainteligencia espiritual” oraron por la
situación familiar. La hija de esta
pareja cristiana joven murió dos días
después la esposa se culpaba por todo, lloraba inconsolablemente. Las hermanas
habían logrado crear un profundo sentimiento de culpa. El esposo joven apenas lograba consolarla con la palabra de Dios y
mostrarle el Dios bíblico, pero por más de un mes volvía a recaer en la
culpabilidad.
Para muchos de nosotros
estas historias nos parecen absurdas, y realmente lo son. Se nos eriza la piel y
nos provoca una “rabiecita santa” creer como pueden existir cristianos
carroñeros que hacen festín sobre los cadáveres de sus propios hermanos, no entendemos
esa lógica a la luz del evangelio de
Cristo de la Gracia, el perdón y la reconciliación.
El
escritor Jiddu Krishnamurti [1]dijo:
“no vemos las cosas o las personas que tenemos en frente tal como ellas son,
sino tal como somos”. Nosotros podríamos
decir que: “no vemos el dolor y el sufrimiento tal como es, sino tal es nuestra
teología”. Y en este contexto “teología”
no refiere de discursos bien elaborados
y posiciones o contraposiciones sopesadas
de forma bíblica y humana al mismo tiempo. Sino de una teología subjetiva,
manchada con el lastre religioso tradicional y de la psiquis enferma heredada
de nuestros primeros padres. Esa teología que usaron nuestras hermanas del
testimonio es ese tipo de teología que está sujeta al sujeto que interpreta,
conoce y juzga sin tener ningún otro tribunal de apelación más que sus propios
y necios razonamientos crueles disfrazados de espiritualidad y amor, pero que
en verdad no son otra cosa que falsa humildad y una distorsionada teología sobre el sufrimiento y el dolor humano.
La historia de la familia
que sufrió la muerte de su hija y la compañía incomoda de las señoras de falda
larga, nos recuerda que siempre habrán personas que elijan el bando equivocado
y el banquillo de Jueces como los amigos de Job: Elifaz, Bildad y Zofar (EBZ).
Debemos tener mucho cuidado con la cosmovisión de Dios que tenemos. Muchos de
nuestros teólogos apasionados de nuestras congregaciones tienen el periódico de
ayer. No podemos tener una sana teología sino pasamos por Cristo, sino vemos la
Cruz de Cristo nuestro Señor.
No
creo que en nuestras congregaciones tengamos definida una teología sobre el
sufrimiento, es más creo que es un tema que le huimos recurrentemente y de vez
en cuando un osado pastor se atreve a tocar el tema, sin mucho eco. Pero quiero
dejar un fragmento tomado del libro CS Lewis gran apologista cristiano sobre el
especifico tema del dolor:
“EL DOLOR ES UNA realidad misteriosa. Ninguna hay tan ineludible,
universal e inmediata; ninguna tan inexplicable, arcana y desconcertante.
En el dolor conviven en paz la evidencia y el misterio. La certeza de que
es inevitable, la seguridad de que deberemos enfrentarnos con él antes
o después —«todos acabamos por ser hombres dolientes»[2]
El
siervo sufriente, cristo nuestro Señor retratado en Isaías 53 nos muestra que
el sufrimiento tiene sentido cuando
sabemos que Dios está por encima de todo nuestro asunto. “Vera el fruto
de la aflicción de su alma y quedará satisfecho”. Una vez más cito a C.S Lewis:
“El dolor tiene un sentido profundo. Lleva al hombre a preguntar sobre el
significado de su vida y le ayuda a «crecer en hondura». «El dolor abierto
parece que queda dispuesto para una fecundidad insospechada: para
descifrar la gran noche del alma».
Ojala y Dios nos de
sabiduría para enseñar a nuestros feligreses una teología bíblica esperanzadora
sobre el dolor y el sufrimiento, siendo Cristo Jesús la referencia inequívoca.
Ante la pregunta final
para esta reflexión: ¿con qué teología ves el mundo?, mi respuesta es sencilla y simple, al igual que profunda creo: Con la teología de Jesús,
es más me atrevo a decir que Jesús es mi
teología perfecta. Y quiero citar José Luis Caravias, sj
unas palabras contundentes en el libro de Abraham a Cristo: “el Dios de Jesús se pone de parte de los
débiles, los enfermos, los no privilegiados, los oprimidos. No es el Dios de
los observantes, sino de los pecadores; No es el Dios de los piadosos, sino el
Dios de los alejados de Dios. ¡Verdaderamente Jesús revolucionó el concepto
sobre Dios! .[3]
El Dios de Jesús es como un padre inconsecuente en su conducta que
abraza y perdona al hijo bandido que vuelve a casa después de haber
malgastado la fortuna familiar sin exigirle ni siquiera una promesa de
arrepentimiento y corrección. Es el Dios «loco» (1 Cor 1,25) que perdona a
la mujer adúltera sin exigirle primero mil penitencias. El Dios de Jesús no condena a la mujer
adúltera, al contrario le dice: …ni yo te condeno. Si el que puede hacerlo no
lo hizo, por qué nosotros usaríamos el dolor y el sufrimiento de nuestros
hermanos como medio para incrementar la culpabilidad en familias, que necesitan la mirada de un Jesús
misericordioso en la mirada fresca de una iglesia que sabe consolar en vez de
condenar. Sanar en vez de herir.
Amen.