domingo, 23 de marzo de 2025

NI YO TE CONDENO…

 

NI YO TE CONDENO…

Después de nuestro alegato en positivo + Nuestra reflexión de hoy  parte de un testimonio reciente vivido desde muy cerca. El relato es conmovedor y hasta imposible creer, pero es la base de nuestro análisis.

Ese día  viernes diecisiete de Enero de 2020, la hija de una familia cristiana estaba en la UCI de la  cardiovascular en Bucaramanga, con solo seis días de nacida estaba debatiéndose entre la vida y la muerte.  El padre  viajó  en el avión ambulancia, desde los llanos orientales a Bucaramanga, la esposa por razones obvias del trabajo de parto no puedo viajar. Mientras el padre estaba en la UCI, la esposa estaba en casa. En el desespero propio de la situación acepto que un grupo de hermanas que retratan coloridamente la escuela Elifaz, Bildad y Zofar (EBZ)  de los “amigos” de Job oraran por ella.

Las hermanas con falda larga,  llegan a la casa a orar por la situación pero el ojo escrutador de estas consoladoras inoportunas no podía dejar pasar la oportunidad para saber la vida de la “presunta pecadora”, sus errores y fracasos. Por lo tanto llaman la esposa de nuestro entrevistado aparte, quien por razones obvias está vulnerable, en una crisis de nervios, angustia y desespero,  pero aun así estas “misericordiosas hermanitas” no tienen reparo de comenzar a indagar y hacer que la joven madre confiese pecados ocultos. Porque en la distorsionada, o mejor retorcida teología de estas pálidas y vergonzantes consoladoras creen que todo fracaso o tragedia en la vida, esta necesariamente ligada a una falla moral.  Y la biblia nos muestra que el sufrimiento responde también a otro tipo de misterios y glorias que trascienden el entendimiento humano.

La joven esposa a pesar de no tener mucho conocimiento en el tema, se reservó su confesión y al fin después de una sesión de “contrainteligencia espiritual” oraron por la situación familiar.  La hija de esta pareja cristiana joven  murió dos días después la esposa se culpaba por todo, lloraba inconsolablemente. Las hermanas habían logrado crear un profundo sentimiento de culpa. El esposo joven apenas  lograba consolarla con la palabra de Dios y mostrarle el Dios bíblico, pero por más de un mes volvía a recaer en la culpabilidad.

Para muchos de nosotros estas historias nos parecen absurdas, y realmente lo son. Se nos eriza la piel y nos provoca una “rabiecita santa” creer como pueden existir cristianos carroñeros que hacen festín sobre los cadáveres de sus propios hermanos, no entendemos esa lógica  a la luz del evangelio de Cristo de la Gracia, el perdón y la reconciliación.

El escritor Jiddu Krishnamurti [1]dijo: “no vemos las cosas o las personas que tenemos en frente tal como ellas son, sino tal como somos”.  Nosotros podríamos decir que: “no vemos el dolor y el sufrimiento tal como es, sino tal es nuestra teología”.  Y en este contexto “teología” no refiere  de discursos bien elaborados y posiciones o contraposiciones  sopesadas de forma bíblica y humana al mismo tiempo. Sino de una teología subjetiva, manchada con el lastre religioso tradicional y de la psiquis enferma heredada de nuestros primeros padres. Esa teología que usaron nuestras hermanas del testimonio es ese tipo de teología que está sujeta al sujeto que interpreta, conoce y juzga sin tener ningún otro tribunal de apelación más que sus propios y necios razonamientos crueles disfrazados de espiritualidad y amor, pero que en verdad no son otra cosa que falsa humildad y una distorsionada teología  sobre el sufrimiento y el dolor humano.      

La historia de la familia que sufrió la muerte de su hija y la compañía incomoda de las señoras de falda larga, nos recuerda que siempre habrán personas que elijan el bando equivocado y el banquillo de Jueces como los amigos de Job: Elifaz, Bildad y Zofar (EBZ). Debemos tener mucho cuidado con la cosmovisión de Dios que tenemos. Muchos de nuestros teólogos apasionados de nuestras congregaciones tienen el periódico de ayer. No podemos tener una sana teología sino pasamos por Cristo, sino vemos la Cruz de Cristo nuestro Señor.

No creo que en nuestras congregaciones tengamos definida una teología sobre el sufrimiento, es más creo que es un tema que le huimos recurrentemente y de vez en cuando un osado pastor se atreve a tocar el tema, sin mucho eco. Pero quiero dejar un fragmento tomado del libro CS Lewis gran apologista cristiano sobre el especifico tema del dolor: “EL DOLOR ES UNA realidad misteriosa. Ninguna hay tan ineludible, universal e inmediata; ninguna tan inexplicable, arcana y desconcertante. En el dolor conviven en paz la evidencia y el misterio. La certeza de que es inevitable, la seguridad de que deberemos enfrentarnos con él antes o después —«todos acabamos por ser hombres dolientes»[2] 

El siervo sufriente, cristo nuestro Señor retratado en Isaías 53 nos muestra que el sufrimiento tiene sentido cuando  sabemos que Dios está por encima de todo nuestro asunto. “Vera el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho”. Una vez más cito a C.S Lewis: “El dolor tiene un sentido profundo. Lleva al hombre a preguntar sobre el significado de su vida y le ayuda a «crecer en hondura». «El dolor abierto parece que queda dispuesto para una fecundidad insospechada: para descifrar la gran noche del alma».

Ojala y Dios nos de sabiduría para enseñar a nuestros feligreses una teología bíblica esperanzadora sobre el dolor y el sufrimiento, siendo Cristo Jesús la referencia inequívoca.

Ante la pregunta final para esta reflexión: ¿con qué teología ves el mundo?, mi respuesta es  sencilla y simple, al igual  que profunda creo: Con la teología de Jesús, es más me atrevo  a decir que Jesús es mi teología perfecta. Y quiero citar José Luis Caravias,  sj  unas palabras contundentes en el libro de Abraham a Cristo: “el Dios de Jesús se pone de parte de los débiles, los enfermos, los no privilegiados, los oprimidos. No es el Dios de los observantes, sino de los pecadores; No es el Dios de los piadosos, sino el Dios de los alejados de Dios. ¡Verdaderamente Jesús revolucionó el concepto sobre Dios! .[3] El Dios de Jesús es como un padre inconsecuente en su conducta que abraza y perdona al hijo bandido que vuelve a casa después de haber malgastado la fortuna familiar sin exigirle ni siquiera una promesa de arrepentimiento y corrección. Es el Dios «loco» (1 Cor 1,25) que perdona a la mujer adúltera sin exigirle primero mil penitencias.  El Dios de Jesús no condena a la mujer adúltera, al contrario le dice: …ni yo te condeno. Si el que puede hacerlo no lo hizo, por qué nosotros usaríamos el dolor y el sufrimiento de nuestros hermanos como medio para incrementar la culpabilidad en  familias, que necesitan la mirada de un Jesús misericordioso en la mirada fresca de una iglesia que sabe consolar en vez de condenar. Sanar en vez de herir.

 

Amen.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                                                      



[1] (1895 – 1986), nacido en la India y destacado por su condición de orador y autor de escritos en los que abordó temas fundamentales de la vida humana.

[3] Libro de Abraham a Jesus de Jose Luis Caravias,  sj

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