martes, 28 de mayo de 2019

SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR...

Texto tomado del libro 40 Oraciones sencillas que traen paz y descanso.

«Señor, enséñanos a orar».

Queremos orar, ¿pero por qué ? Ya debemos admitirlo.

La oración es extraña, peculiar. Significa hablarle al espacio. Elevar palabras al cielo. ¿Ni siquiera podemos conseguir que nos conteste la compañía de cable, y aun así creemos que Dios lo hará? ¿El médico está demasiado ocupado, pero Dios no? Tenemos nuestras dudas sobre la oración. Y nuestras historias de oración tienen sus altibajos: expectativas sin alcanzar, peticiones sin respuesta. Casi ni podemos arrodillarnos por el tejido cicatrizado en nuestras rodillas.

Dios, para algunas personas, es el mayor rompecorazones. ¿Para qué seguir tirando las monedas de nuestros anhelos en una alberca muda? Él me dejó plantado una vez… pero no dos. Ah, el extraño enigma de la oración. No somos los primeros en enfrentar estas luchas.






El registro de asistencia para el curso Oración 101 contiene algunos nombres conocidos: los apóstoles Juan, Santiago, Andrés y Pedro. Cuando uno de los discípulos de Jesús pidió: «Señor, enséñanos a orar» (Lucas 11.1, NVI ), ninguno de los otros se opuso. Nadie se fue diciendo: «¡Ah! Entiendo perfectamente este asunto de la oración». Los primeros seguidores de Jesús necesitaron orientación con respecto a la oración.

En realidad, el único manual de instrucción que pidieron fue sobre la oración. Ellos pudieron haber solicitado instrucciones sobre muchos temas: la multiplicación de los panes, la redacción de discursos, cómo calmar las tormentas. Jesús resucitó a personas de la muerte. Con todo, ¿un seminario titulado «Cómo vaciar el cementerio»? Sus seguidores nunca lo pidieron. No obstante, sí quisieron que hiciera algo: «Señor, enséñanos a orar».

Jesús hizo promesas impresionantes en cuanto a la oración. Y fue un modelo de oración convincente. Jesús oró antes de comer. Oró por los niños. Oró por los enfermos. Oró con gratitud. Oró con lágrimas. Él creó los planetas y formó las estrellas, y aun así oró. Él es el Señor de los ángeles y el Comandante de las huestes celestiales, y aun así oró.

Él es igual a Dios, la representación exacta del Santo, y aun así se dedicó a la oración. Él oró en el desierto, el cementerio y el huerto. «Salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba» (Marcos 1.35). Este debió ser un diálogo común entre sus amigos: —¿Alguien ha visto a Jesús? —¡Ah! Ya sabes. Siempre haciendo lo mismo. —¿Orando otra vez ? —Así es. Se fue desde el amanecer.

JUVENTUD Y POSMODERNIDAD

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